La responsabilidad del hogar y la visión del éxito
En la reciente «Batalla de la Fe» del 1 de enero de 2025, el Pastor Ezequiel Molina declaró: «Detrás de cada mujer exitosa, lo más probable es que haya un hogar descuidado.» Una frase que ha generado amplio debate en nuestra sociedad y, como era de esperarse, defensas por parte de sus feligreses.
Hoy quiero compartir mi parecer.
Pastor, difiero de usted.
Al profundizar en su discurso, entiendo que señala cómo los hogares dominicanos han sido afectados por el enfoque en la superación profesional, tanto de hombres como de mujeres. Reconozco que menciona la responsabilidad masculina en la construcción de un hogar, en la crianza de los hijos y la conservación de la pareja. Sin embargo, lamento profundamente que no haga referencia a la corresponsabilidad entre padres y madres, un punto crucial que parece quedar en el olvido.
Como figura pública y líder espiritual, usted tiene el privilegio —y la responsabilidad— de transmitir mensajes claros, edificantes y precisos, evitando cualquier afirmación que pueda generar confusión, división o malestar.
¿Por qué hoy le escribo?
Porque sus palabras me tocan directamente, como a muchas otras mujeres. Mujeres que, ante la ausencia de una figura masculina en el hogar, o incluso con esa presencia, hemos llevado sobre nuestros hombros el desafío de criar hijos íntegros, honestos y valiosos.
El éxito no siempre se mide por los bienes materiales, la cuenta bancaria, o el lujo. Para muchas de nosotras, el verdadero éxito radica en criar hijos con valores morales, cívicos y espirituales; en formar seres humanos que, a pesar de las adversidades, reflejan los esfuerzos, sacrificios y desvelos de una madre comprometida.
No, Pastor, el éxito no implica descuidar un hogar.
El éxito puede ser, y muchas veces es, fruto de un esfuerzo colectivo o individual, pero siempre con amor y dedicación. Somos muchas las mujeres que hemos renunciado a demandas sociales o vanidades para priorizar lo realmente importante: un hogar sólido y unos hijos que son nuestro mayor orgullo.
El éxito no es un lujo, es una siembra constante que da frutos en generaciones venideras.