Cada ser humano necesita espacio, ese espacio vital para asimilar procesos, comprender situaciones y aceptar realidades. En los últimos años, he visto cómo muchas mujeres han solicitado, de distintas maneras, privacidad y tiempo para vivir su duelo tras una ruptura de pareja. Las entiendo profundamente. Cada proceso es único y el dolor varía en intensidad dependiendo de la importancia que esa relación tuvo, así como de las cargas emocionales, creencias y frustraciones que cada una arrastre en ese momento.
Hay algo fundamental que quiero invitar a reflexionar: el valor de dar y recibir espacio. No siempre somos conscientes de lo importante que es permitir que alguien a nuestro alrededor, en nuestra familia o círculo cercano, viva su dolor en paz, con sus miedos, culpas, vacíos y responsabilidades. Enfrentar el desapego y aceptar lo que ya no es requiere un proceso interno que solo la persona doliente puede gestionar.
Lamentablemente, no todos entienden esta necesidad. Con frecuencia, quienes están cerca ofrecen consejos inapropiados, basados en experiencias ajenas o simplemente carentes de conocimiento y empatía. Esto no solo no ayuda, sino que puede profundizar sentimientos de culpa, frustración y depresión. Como dice Karol G: «Dame tiempo…»
Escuchar desde la empatía y el respeto
Es cierto: todas necesitamos ser escuchadas desde nuestra realidad. A veces, eso es lo único que buscamos, sin que nos hagan sentir más vulnerables de lo que ya estamos. Cada quien da lo que tiene en su interior, pero en momentos de dolor, la mejor respuesta puede ser el silencio respetuoso. Escuchar sin juzgar, ofrecer un abrazo sincero o simplemente estar presentes es un gesto invaluable que supera cualquier consejo superficial.
El duelo, independientemente de su origen, no es exclusivo de la muerte de un ser querido. Como explica Elisabeth Kübler-Ross, citado por Katherine Lluberes en su libro Cuando el dolor sana: «El duelo ocurre siempre que hay una pérdida.» Puede ser frustrante, duradero, ligero o efímero, dependiendo de quien lo viva. Por eso, debemos aprender a respetar ese derecho de las personas a convivir con sus sentimientos y ser quienes busquen la ayuda o compañía cuando la necesiten.
Sanar desde el respeto y el acompañamiento
Katherine Lluberes señala en su libro: «De la misma manera que duela, no significa que no pueda servir de algo.» Y tiene razón. Al atravesar ese valle oscuro de incertidumbre y cuestionamientos, muchas veces encontramos respuestas y propósito en medio del dolor. Sin embargo, este proceso solo puede comenzar cuando se respeta el espacio personal del doliente. Es nuestra tarea como familia, amigos o compañeros, ser respetuosos de ese espacio y estar disponibles para acompañar cuando así se solicite.
Respetar el duelo es, en esencia, respetar la humanidad de quien lo atraviesa.