El 30 de septiembre de 1999, un error humano en una planta nuclear en Tokaimura convirtió al técnico Hisashi Ouchi en protagonista de uno de los episodios más espeluznantes de la historia de la energía atómica. Expuso su cuerpo a niveles letales de radiación que desencadenaron un lento, doloroso y desgarrador deterioro físico que estremeció al mundo médico y científico.
Ouchi recibió una dosis de radiación equivalente a 17 Sieverts —más de dos veces la considerada letal—, lo que provocó la destrucción completa de su médula ósea, pérdida de la piel, órganos colapsados y una agonía que se prolongó durante 83 días. A pesar de sus constantes súplicas para que lo dejaran morir, los médicos insistieron en mantenerlo con vida mediante tecnologías avanzadas y múltiples trasplantes.
Su caso fue tan dramático que inspiró investigaciones sobre los límites éticos de la medicina y la resistencia humana. Finalmente, Ouchi falleció el 21 de diciembre de 1999, dejando un sombrío legado sobre los peligros de la energía nuclear mal manejada.